«La distància entre el llamp i el tro»: Ironía distópica.

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El joven autor Jumon Erra nos ha sorprendido gratamente con esta obra, que se representa en el Teatre Tantarantana de Barcelona, y que ha dirigido él mismo junto a Elena Fortuny.

Celi (Eva Cartañà) y Ferran (Jordi Brunet), se presentan voluntarios para hacer de vigías en un cercano futuro distópico en que la sequía ha convertido la Tierra en una enorme pira de madera seca a punto de encenderse… Las autoridades disponen una serie de torres de vigilancia para que, llegado el caso de que volvieran las lluvias, y con ellas los rayos, se pudiera prever el incendio que seguiría. Una vez en el puesto avanzado, los protagonistas constatan que su supervisora es Blanca (Elena Fortuny), ex amante de Ferran…

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La obra mezcla la narración del presente en la torre de vigilancia con el pasado cercano en que se desgrana la relación entre Blanca y Ferran… Se nos presenta una situación con un punto kitsch, que evoca más a «Supervivientes» que a la solemnidad de «Oblivion». Los protagonistas, perdidos en su puesto, dan rienda suelta a sus recuerdos  y a algún que otro escarceo, haciéndonos partícipes de sus peripecias hasta llegar a ese rincón del bosque.  Por su parte Blanca, aunque intenta guardar la compostura, acaba perdiéndola totalmente al encontrar a su ex del que aún está enamorada.

La trama se desarrolla, como decimos, entrelazando un pasado cercano -en la que nos enteramos de los oscuros designios que el gobierno ha previsto para los voluntarios, y de las cuitas laborales de Blanca y Ferran, quienes a su vez han participado activamente en la elaboración de la campaña de captación de voluntarios-, con el presente, en el que se intuye el final que poco a poco se aproxima a los protagonistas, quienes hacen como si no se dieran cuenta.  Aunque el desastre ecológico y social se palpa en el ambiente, no es éste el tema central de la obra, sino más bien una irónica reflexión sobre las relaciones, sobre las pequeñeces de las personas que, por más sobrecogedor que sea el escenario, no dejan de comportarse como si fueran niños en la guardería.

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Celi es una persona sin nada ya que perder en esta vida, mientras que Ferran no ve más allá de su egoísmo sin límites. Blanca se nos presenta con la lúcida nostalgia de quien ha compartido espacio con el poder y se ha rendido después a su destino.

La breve aparición de Nesa Vidaurrázaga cuidando cactus obsesivamente, sin querer comprender, subraya una obra que, como se dice, apunta maneras, y que recomendamos a todo aquél que desee huir de producciones más ambiciosas y disfrutar con un relato ensoñador y evocador que huye de argumentos lineales y que sugiere sin caer en la pedantería.

Sólo se representará hasta el 1 de noviembre, o sea que os aconsejamos que os apresuréis.

Ignasi y Laura.

Para más información clica abajo:

Web del Teatre Tantarantana

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